Ahora, cansado corazón, por siempre
reposarás. Murió el engaño extremo,
que eterno imaginé. Murió. Bien veo
que de los dulces goces la esperanza
no sólo ha muerto en mí, sino el deseo.
Reposa ya. Bastante
palpitaste. No valen cosa alguna
tus anhelos, ni es digna de suspiros
la tierra. Acíbar, tedio
es la vida no más, y fango el mundo.
Cálmate desde ahora. Desespera
la última vez. A nuestra especie el hado
no dio sino el morir. De hoy más, despréciate,
desprecia la creación, el espantoso
poder que, oculto, para el mal impera
y la infinita vanidad del Todo.
(Giacomo Leopardi)
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