domingo, 25 de abril de 2010

cadenas


Esas escrituras invariables.

Siempre regreso al mismo idioma. Un cuero embrujado de animal. Inatrapable, pero presente como la vida de un antepasado. Tejido sobre el tejido, la lengua muerta del amor, fuego que me ha hecho adicto a un culto insinuante.

*

Entra mi sombra.
Trae una serpiente, un búfalo, una mujer, una casa, un muelle.
Intoxicación de cobres salvajes.
Avanza, avanza.
Droga.

Se apodera de lo que miro.
Va marcando aquí y allá, todo.
Luego huye para unirse a un animal.

Se pierde entre las hojas como un ave.

*

Memoria que sale a buscar cosas huidizas. Posesiones que pertenecen menos a su dueño que al aire. Eso que un cofre de madera quiere proteger no nació para las palabras. Sólo yo me empeño en quitárselo a los ojos.

¿Qué lengua traerá los tesoros sin tocarlos?
Al fondo un rey enfermo me ve partir.
Yo le entrego un estuche con un rubí ansioso.

*

Légamos jamás recuperados.
De repente, un roce. El universo de la piel. El hilo extraviado en el viaje.
Estoy bañado por lo que vive, por lo que muere.
Cada día es el primer día, cada noche la primera noche, y yo, yo también soy el primer habitante.

*

Desemboco donde no estoy.
Soy mi jugo, el hueso arrancado a la demencia, la rotura múltiple. Vomito salmos, cuevas, miedos.

(Rafael Cadenas)

viernes, 23 de abril de 2010

el último poema (19): epitafio romano


UNA ENVIDIABLE FORMA DE MORIR

La buena práctica adquirida
—privilegio de los tiempos guerreros—,
el eficaz manejo de la espada,
dirigir con precisión el afilado filo del puñal.
Unos instantes de dolor aturdido
y luego niebla, estertores, sangre.
Elegir lo más rápido, corazón o hígado,
o en agua caliente, con las venas abiertas, esperar el final.
Reunir en un momento, deslumbrante relámpago,
la fuerza del hierro cortando,
la mirada ciega de sudor y llanto,
y ese sueño, jamás creído y por eso digno,
de los dioses, recibiendo amables,
desnudos y dorados en su imperio imposible,
la hoja de frío metal, la bocanada caliente de la sangre.

(Juan Luis Panero)

viernes, 16 de abril de 2010

hemolinfa


Tarde ya despierto y tengo que escribir
porque arriba un niño llora a lágrima viva
un niño con el corazón encogido
que desarbolado siente la herida del bosque
creciendo en la coyuntura de los huesos
son sus piernecitas de savia y arcilla
las madreselvas trepando el costillar envuelto
en la fronda húmeda de las sábanas
sus incipientes alas
aún empapadas del pigmento pesadilla
han rajado la encía y resina baba de clorofila
gotea ahora sobre mi cuaderno.

Tarde y despierto escribo a lágrima viva
porque un niño moldea con la sed de sus manos
mi alma de ámbar musgo
un niño arborescente que balbucea a destiempo
un canto encogido en el fondo de la laguna
como fósil de luz enfermo
de antiguos dolores de crecimiento
mientras mis patitas buscan la postura
en el espacio elemental de su sueño
cuando la noche inventa un letargo frío
boreal en la amniótica selvamadre
que gotea sobre mi cerebro de mosquito.

receta de enamorados desenamorados


Separe a dos enamorados. Ponga en una olla un trozo de mantequilla del tamaño de un bebé. Cuando la mantequilla esté caliente, mate a los enamorados deshechos en lágrimas, vacíelos, y, después, póngalos a cocer juntos. Cuando hayan adquirido una bonita palidez, retírelos. Haga un caldo con harina y mantequilla, sal, pimienta, un ramito de muguete (si es temporada), tomillo y laurel. Vuelva a echar a los enamorados en la olla, con una docena de cebollitas tiernas y, quince minutos antes de servir, añada unos cuantos champiñones. Se pueden agregar unos golpes y unas cuantas heridas.

(Roland Topor: La cocina caníbal)

viernes, 9 de abril de 2010

el último poema (18): oficio de suicidas


Pocas las palabras, pequeños sus designios,
nombrando siempre realidades banales,
triviales signos, hechos consumados,
y, en el fondo, sórdida presencia de la muerte.
Oficio melancólico, contruir estas jaulas,
estas escasas lápidas del tiempo que nos pasa,
oficio de suicidas, intentar retener
la huella de la luz en sílabas de sombra.

(Juan Luis Panero)