Y llegó a la montaña donde moraba el anciano. Sus pies estaban ensangrentados de los guijarros del camino, y empañado el fulgor de sus ojos por el desaliento y el cansancio.
—Señor, siete años ha que vine a pedirte consejo. Los varones de los más remotos países alababan tu santidad y tu sabiduría. Lleno de fe escuché tus palabras: «Oye tu propio corazón, y el amor que tengas a tus hermanos no lo celes.» Y desde entonces no encubría mis pasiones a los hombres. Mi corazón fue para ellos como guija en agua clara. Mas la gracia de Dios no descendió sobre mí. Las muestras de amor que hice a mis hermanos las tuvieron por fingimiento. Y he aquí que la soledad obscureció mi camino.
El ermitaño le besó tres veces en la frente; una leve sonrisa alumbró su semblante, y dijo:
—Encubre a tus hermanos el amor que les tengas y disimula tus pasiones ante los hombres, porque eres, hijo mío, un mal actor de tus emociones.
(Julio Torri: Ensayos y poemas. 1917)
2 comentarios:
Ser un mal actor de tus emociones. Qué cosas. Serlo precisamente porque las actúas, no interpretándolas, sino haciéndolas acto. Optar por encubrirlas, obediente, temiendo que si no acabarás ensangrentando tus pies en busca de piedad por ser coherente.
Qué triste y qué bonito, este ensayo-poema-cuento.
julio torri, un gigante de lo pequeño. altamente recomendada su brevísima inmensa obra completa: 'de fusilamientos' (ave del paraíso, colección lunario, 2). cuelgo otro...
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