jueves, 23 de febrero de 2012

el mal

…fiesta a la que me invito solo, donde rompo a más no poder el lazo que me liga a los demás. No tolero ninguna fidelidad a ese lazo. Cualquiera que ame está obligado a romperlo. El acto de amor cabal consistirá en ponerme desnudo por la noche, en la calle, no por una mujer retrasada sino por un imposible, a vivir yo solo en un silencio seguro. Haría allí lo inconfesable, diferente de lo que puedo decir con alguna insignificancia vulgar en lo que no se pensaría. Podría defecar, acostarme encima y llorar. Avergonzaría incluso a quien se jacta de entenderme –que no me imagine vulgar–. No quiero ni gozar ni asquearme, y sin embargo...

Los ojos abiertos desmesuradamente, contemplar el cielo, las estrellas, en el estado de inocencia.

Ser una mujer trastornada, desnuda, los ojos en blanco. Sueño de ausencia y no de placer. Ausente ella, es todavía más el mal lo que ansío gozar, el mal, la necesidad de negar el orden sin el cual no se podría vivir.

Los hombres se desconocen en el bien y se aman en el mal. El bien es la hipocresía. El mal es el amor. La inocencia es el amor del pecado.

Interesado, el mal es un bien para el malhechor. El mal auténtico es desinteresado.

En lo que tiene de íntima, de dulce, de desinteresada, la sociedad reposa sobre el mal: es como la noche, hecha de angustia.

(Georges Bataille: El pequeño)

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