viernes, 17 de abril de 2015

el último poema (41): suavemente, hacia la puerta de la habitación de mi madre

Ni detallado el informe de nuestras andanzas exploradas
Puedo decir lo vertiginoso del sendero y
Lo inabarcable del tiempo
No puedo decir su duración sin construir la mentira
La visión primera se limita a cerrar compuertas
A soltar amarras silenciosamente.

(Diego Medina: Sólo tierra permanece.
Últimos versos de esta épica sideral de cosmonauta insólito, clandestino. Rugida en 1998. Publicada al borde del cero. Devorada por mí cinco años después; rumiada cada vez que el tedio aturulla, que las ganas ahuecan el ala. Como todo su suculento verbo: espiral de universos; como la memoria de su persona: gigante roja. Diecisiete años después del bramido cósmico, Diego, monosabio nodriza, maestro, amigo, mayor Medina, un aciago 13 de abril, suelta amarras silenciosamente... Descanse, pues, el poeta en su Santa Marina soñada, y viva el eco primordial de su poesía).


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