Así querría yo mi último poema:
que fuese tierno diciendo las cosas más simples y menos intencionadas,
que fuese ardiente como un sollozo sin lágrimas,
que tuviese la belleza de las flores casi sin perfume,
la pureza de la llama en que se consumen los diamantes más límpidos,
la pasión de los suicidas que se matan sin explicación.
(Manuel Bandeira: Libertinagem, 1930)
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