lunes, 28 de diciembre de 2009

el último poema (15): en flor


Ocurre en la novela naturalista La culpa del padre Mouret (1875). Émile Zola idea para la bella y salvaje Albine un método de suicidio que ni el más decadente de los estetas románticos hubiese soñado.

El 'Adán' de esta historia se llama Serge Mouret, joven sacerdote destinado al pequeño pueblo de Artaud, en la selva provenzal. Aquí inicia una espiral de mortificación en torno a la Virgen María que deteriora gravemente su salud. Al borde de la muerte, su tío, el doctor Pascal, le recomienda retirarse a Le Paradou, una casa semiabandonada en el bosque.

Al padre Mouret, tras la tormenta mística, sólo le queda en mente su nombre. La bendita amnesia lo traslada a un jardín de las delicias en donde se ha borrado toda mancha de culpa y pecado. Y en este lugar prístino, bucólico, rodeado de frondosas rosaledas, descubre el cariño y la ternura de la joven Albine, su cuidadora, una 'Eva' exuberante en cuya carne y alma el cura se reconocerá hombre.

Pero el edén en que viven los dos amantes es roto brutalmente por el hermano Archangias (la 'serpiente'), que recuerda a Mouret quién es y cuáles son sus obligaciones con Dios y la Iglesia. Finalmente, el abad 'muerde' la conciencia y cae en el abismo del remordimiento. Rechaza a la mujer, vuelve a su parroquia y apaga con rezos y ascetismo todo deseo terrenal.

Albine queda sola, víctima de su propio amor y de un deber que no entiende. Vagando por Le Paradou como un animal herido, resuelve rebelarse contra el Dios robador de su felicidad: niega su propia vida y la de la criatura que lleva dentro, fruto del idilio con Mouret. Para ello prepara un mortífero jardín botánico en su alcoba; la inunda con las plantas más aromáticas: guirnaldas de rosas, ramos de amapolas, manojos de lirios, puñados de claveles, montones y montones de violetas, mirabilis, heliotropos, nardos, jacintos, caléndulas, melisas, verbenas, mentas...; y se encierra a cal y canto.

Durante la noche, la chica morirá asfixiada en el delicioso sueño de las criaturas en flor.

viernes, 25 de diciembre de 2009

el claustro de las sombras


...to the antique order of the death
(Francis Thompson)

En este momento tengo treinta y tres años encima de la mesa del despacho

y un pequeño residuo de meses sobre el cenicero de plata.

He preguntado a mis hermanas si saben quién es este hombre

que viene, entre mi hombro y mi hombro, a donde yo vengo,

y vuelve

el rostro si yo lo torno…


Siento frío, y no sé qué ponerme por dentro

de la muerte, qué trozo de tierra es el mío,

qué noche es la noche de echarme a morir,

qué látigo verde me herirá bajo el mar.


A veces me acomete un largo vértigo

y quisiera ser nada más un humoso lego en la orden antigua de los muertos,

servirles el silencio con mis propias manos

y meditar en un rincón del claustro de las sombras…


Del claustro de las sombras, allí

donde los sueños exaltan sus luces cándidas, humosas.

(Blas de Otero)

miércoles, 23 de diciembre de 2009

venus in furs


Me voy animando
me doy de hostias
embebido con mariposas
ahora lenguas de fuego
boqueo la prehistoria de los cuentos
blando al céfiro la rama dorada
desdibujada
entre los árboles te escondes
entrada en carnes
entro en carnes
oliscando el ocre rojo de tu vulva
henchido de gritos mi pecho tinto
misterios las cuevas
se ahogan en sangre
al son de tus caderas
más adentro
más adentro
el vientre universo
la fecunda noche que fluye
de tus tiernos luceros
mar adentro
fuera de mí
me animo
y arranco a bailar
ya sí loco de atar
eléctrico arrítmico en cueros
esa canción suicida
de la muerte
y la maldita leche
del deseo.

sábado, 19 de diciembre de 2009

con los ojos en paz


Si yo me quedara tranquila,
y al acostarme en mi cama
no hubiera nada
que me preocupara,
¿cómo sería mi vida?
Si vivir es morir cada día.

Quién pudiera mirar
con los ojos en paz;
y verme a mí misma
por el mismo prisma
que a los demás.

Si yo me llamara profeta,
poeta de causas perdidas,
cantor de tristezas
cantor de alegrías,
¿cómo serían mis versos?
Si cada verso que escribo está muerto.

Quién pudiera mirar
con los ojos en paz;
y verme a mí misma
por el mismo prisma
que a los demás.

Si yo no hubiera naufragado,
cerrado mi puerta con llave.
Si no hubiera heridas
en las despedidas,
¿cómo diría te quiero?
Si lo digo y no me lo creo.

Quién pudiera mirar
con los ojos en paz;
y verme a mí misma
por el mismo prisma
que a los demás.

(Cecilia)

viernes, 4 de diciembre de 2009

la carretera


Al día siguiente salieron de la quebrada y tomaron de nuevo la carretera. Le había hecho una flauta al chico con un trozo de caña de la cuneta y se la sacó de la parka para dársela. El chico la cogió sin decir palabra. Al cabo de un rato se quedó un poco rezagado y minutos después el hombre oyó que tocaba. Una música amorfa para la próxima era. O quizá la última música de la Tierra, surgida de las cenizas de la devastación. El hombre se volvió y le miró. Estaba sumamente concentrado. El hombre pensó que parecía un triste y solitario niño huérfano anunciando la llegada al condado de un espectáculo ambulante, un niño que no sabe que a su espalda los actores han sido devorados por lobos.

(Cormac McCarthy)