viernes, 29 de abril de 2011

la condesa sangrienta

Un conocido filósofo incluye los gritos en la categoría del silencio. Gritos, jadeos, imprecaciones, forman una «sustancia silenciosa». La de este subsuelo es maléfica. Sentada en su trono, la condesa mira torturar y oye gritar. Sus viejas y horribles sirvientas son figuras silenciosas que traen fuego, cuchillos, agujas, atizadores; que torturan muchachas, que luego las entierran. Como el atizador o los cuchillos, esas viejas son instrumentos de una posesión. Esta sombría ceremonia tiene una sola espectadora silenciosa.

(Alejandra Pizarnik: La condesa sangrienta.
Ilustraciones: Santiago Caruso.
Libros del Zorro Rojo, Barcelona, 2009)

miércoles, 27 de abril de 2011

calamita

Para idear este poema
observo la esfera sin aguja
de una antigua brújula
y pienso esta va a ser por siempre
mi última metáfora
figúrate qué metáfora
y empiezas la labor tallando el limbo
creas una espiral de seres
que no existen salvo en la fiebre
sumidero retórico de seres
en fila india desde la flor de lis
hasta la muerte imagina
el tropo y si sigues imaginando
a estas alturas de la alegoría
quizá hayas adivinado
que la única cura
para la herida de espina
de rosa náutica
es quemar en la hoguera a la brújula
a esas alturas
del enigma sólo quedan
en el horizonte señales de humo
y tu vista cansada
oteando el siguiente verso
o isla que te ofrezco
como espejismo de libertad
rimado templo pagano
donde se adora al diablo
símbolo amamantado por el sol
sombra a quien rezamos esta oración
y es semejante a hablar en sueños
o delirar despierto
y no acaba el canto sino cuando
en el centro de la esfera
sobre el pronombre yo

figúrate
imantas la palabra
y a partir de ya
descubres la nueva metáfora
que de un plumazo borra mi realidad.

lunes, 18 de abril de 2011

el mal de los ardientes

Me odio cuando tiemblo de la emoción

cuando no puedo dormir porque bajando por el espino del día me he dejado las zarpas, los cuernos y el instinto de no pensar

y en la raíz cuadrada de la noche roo tubérculos rosados

y doy vueltas perdido en la feria en que me amaste de niño, entre espantajos y manzanas de caramelo

hasta que me limpio los besos a restregones contra la almohada, rezando con las branquias en flor

Dios salve a la Virgen Fantasma que calienta mis ojos al fin, en la hora de la muerte amanecer

(De Chatarra de niño muerto, 2008)

martes, 5 de abril de 2011

acto comunicativo #5

Tras décadas persiguiendo rastros de intemperies y derivas, sin sentido sin destino, errabundo a través de trópicos violentos, doradas ciudades colgantes, ardientes desiertos, espejismos de seda, selvas vírgenes, vagando a pie a gatas a nado a branquia limpia, a trancas y borrascas, con el sol bajo el pellejo y una luna de barbas, estepario en su quimera de aullidos por la tierra conocida y el cieno por conocer, con el rumbo trastabillado entre el sur de los sures y el salvaje oeste y el este huracán, perdido en círculos trazados por la brújula desnortada de su pecho, peregrino desvalijado, polizón desorientado, peón de los caminos, canto rodado, rodando y rodando don Valmiki Malaspina de lo Inhóspito llega, milagrosamente, a los confines medievales del mundo, donde el mundo está a punto de dejar de llamarse mundo y la palabra maravilla se confundirá con azulejo nieve tiza piélago cocina mesa, y sobre la mesa halla un tazón de chocolate negro como la noche, una noche, por fin, de sueño profundo, profundidad de abismo, se deja caer y vuela, hoja sutil vuela, ya no volverá a escribir en su cuaderno viajero: mañana será otro día (es hoy es hoy pequeño lirón, es hoy