jueves, 3 de abril de 2014

el último poema (39): elegía a leopoldo maría panero

Llevo días y días intentando digerir la muerte del poeta no vivo, oliscando el enigma del cadáver que, según informan, calla en tu nombre; desentrañando tu maquiavélica ausencia. Llevo noches escuchando el martilleo de la máquina de escribir en mi cabeza, buscando metáforas para ataviar esa literalidad insoportable, descabellada; escuchando el chirrido de trapecios, los atletas en el circo de mi alma, de un lado a otro, bromeando... Mi alma. Mi alma. Llevo siglos, segundos, eones. Un instante disecado en la balaustrada del balcón, una eternidad trinada por el ojo del culo de la vieja. No sé. No soy. El tiempo ha sido aniquilado aquí, en el descalabro de mi sesera.

Sin embargo, la gran araña cibernética tejió ya su tela dentro de tu nariz rota. Mañana has muerto y el error se multiplicó. Mala memoria infinita. Espejo en el espejo. Chatarra sobre chatarra. Pamplina cuántica. Y los gatitos y simios se quedarán cantando. Sumidero esquizofrénico de sombras efímeras. Hastío y vértigo. La banalización de la nada, prostitución de todo. El signo del mamífero araña, ensimismado en su arañazo.

Se acabó tu cuerpo. Se acabaron las cucamonas contra la vida. Se acabaron las volteretas en la jaula de titíes. Se acabó tu cuerpo y la conclusión cuelga floja de tu pantalón. Te orinas en los pilares de la sociedad con la sonrisa cedida del guardián del aliento. Lamed Wufnik incontinente. He visto la fotografía: un clic basta para acceder a tu álbum de máscaras resquebrajadas. Una nueva arruga. Como en un cine desesperado. Se acabó tu boca y queda la mala baba de los Otros, los Normales, los cacorros no beodos, derramándola sobre su propia lengua viperina. Derramándose bobos. Verf barrabum qué espuma…

Porque se diría que ya no estorbas a las bellas durmientes ni a los príncipes mongólicos. Se diría que has muerto y eres alguien. Los editores se frotan las patitas pensando en tus completas y tus inéditos y tus inmortales. Por fin. Ángel exterminador de bolsillo. Sangre para el secarral de vampiros que llaman España. Los dinosaurios de la violeta que ayer te ninguneaban respiran hoy tranquilos camino de la extinción. Brindan por ti en sus mentideros, por tu destrucción definitiva. Recitan tus calamidades. Te nombran, a título póstumo, loco oficial, poeta maldito, fantasma favorito del régimen de bárbaros, premio honorífico de la mierda. Ahuecan sus plumíferos almohadones en sus nichos de terciopelo.

Y ya pueden especular sin miedo a tus ojos de vidrio; ya pueden los medios dilucidar sobre tu demencia, demonios, desencantos, monstruos, familia. Bazar del espanto. El abismo que de tanto mentarlo es letra del tesoro (ya delimitaron su contorno y está en venta el jardín de los cerezos). Ya eres pila donde el suicida lava su pecado, pararrayos de los neuróticos civilizados, muñeca azotada en el escondite de la psique. Y volverán a fumarse tus cigarrillos de boñiga en el París sin el estereoscopio y se beberán tus refrescos del infierno y roerán zanahorias a la luz de sus tumbas. (Un buen día, lo dejo escrito, morirán decapitados de una coz de jirafa terrible).

Todos dormirán mejor sin ti. ¿Y tus versos? ¿También descansarán, liberados de la tortura de choque contra la página en blanco hasta el paroxismo negro? Todos dormiremos mejor. Yo también. Porque desde que robé aquel libro tuyo, hace décadas o un suspiro, supe que el poema es POEMA y sueña con el fin, que es FIN. Crepúsculo activo. Leopoldo María Panero. Y eras suave como el peligro. Panero Blanc. Y la pesadilla literal, acéfala, paranoica del poema nos arrastrará a todos a un agujero llamado Nevermore. Y un día que no existe, cuando despiertes y, de cuajo, tus párpados se abran al peligro de vivir de nuevo, nuestra existencia será extirpada del universo como el sentido ha sido arrancado
de tu último poema.

Y lo bello es residuo impensable de tu pensamiento
rosa humana, sublime, tu cerebro
desnuda persona, primera
persona
persona pers o
nap er s
so n
a

Y dormí como un niño muerto.

Y me olvidé.