sábado, 21 de marzo de 2015

canción para ishtar

La luna es una cerda
que gruñe en mi garganta
Su intenso resplandor me atraviesa
y brilla el barro de mi hondonada
y estalla en burbujas de plata

Es una cerda
y yo puerca y poeta

Cuando blancos sus labios abre
para devorarme yo también la muerdo
y rompe a reír la luna

En la noche del deseo
nos revolcamos y gruñimos, gruñimos
y resplandecemos

(Denise Levertov)

domingo, 8 de marzo de 2015

día de la mujer

Nada de Día de la mujer «trabajadora», listillos; por favor, no desvíen la atención, santos varones perdonavidas, guardianes del patriarcado cavernario, viejos y nuevos machos condescendientes en busca del bramido cómplice... DÍA DE LA MUJER, así, sin epítetos tramposos. Sin cinismos de distracción. Sin palmaditas en la espalda. Sin fotitos en el cole de mamás trabajando... Porque la mujer sí que ha trabajado toda la maldita vida: por siglos y siglos para el hombre, como posesión de éste, deslomada y machacada, sin ser siquiera considerada «persona» (en el mejor de los casos, un frágil y bonito animal de compañía). Y esto es así de crudo. No hay que olvidar. No nos engañemos. No es un día para festejar que la mujer es mujer (?) o que, por fin, ha alcanzado el derecho a la alienación, la explotación, la precariedad y el paro (y la desigualdad laboral). No. Es un día (son todos los días) para reivindicar la lucha, para sembrar la duda y el pánico entre la falocracia; para remover conciencias anquilosadas, conductas y mentiras aprendidas, estereotipos interesados, prejuicios, ideas enraizadas en nuestra psique y cultura, sustratos de babas sobre babas sobre babas rancias y aún pegajosas; para denunciar, exaltar, avivar, lamentar, prender espíritu crítico, autocriticar...; para reflexionar sobre masculinidad y femineidad, feminicidio, identidad, sexismo y sexualidad, belleza, violencia, acoso, cosificación, publicidad y medios, poder y control, injusticia y equidad, esquizofrenia de Virgen María, coeducación, crianza, roles, familia, lenguaje, culpa...; para recordar a las que pelearon y murieron y vivieron a muerte, y las que pelean jugándose la vida y las que viven muertas en vida; para dinamitar los gigantescos pilares invisibles (los descarados son sólo la punta) sobre los que se asienta esta sociedad que apesta a pis de verraco y cabrón; para arrojarse juntos bajo los cascos de los caballos una y otra vez, si es necesario; y, sobre todo, para continuar con los ojos bien abiertos y las tijeras de castrar siempre a mano, porque todo lo conquistado se antoja insuficiente en mitad del primitivo mar de testosterona e ignorancia y, de golpe y porrazo, puede desaparecer como isla borrada del mapa. Por tanto, feroz día a día de la mujer y punto (y seguido).