domingo, 28 de febrero de 2010

catedral de las bestias


Tengo el recuerdo de un antro oscuro y húmedo en donde, bajo bóvedas de un oro deslustrado, que soportan el peso del mar y contienen su tremenda, lenta acometida, animales yacientes duermen como si nada esperaran, como si en absoluto esperasen despertar; pero el aire se tensa entre los arcos en penumbra y una grieta de luz nos amenaza en sueños.

(José Ignacio Serra)

sábado, 27 de febrero de 2010

el gorrión y el fondo del mar


Cuenta la Lengua Infinita que vivió una vez en mi mente un rey con cabeza de gorrión caído. En la melancolía del pájaro pensante buceaba una tembladera que en lugar de sombra tenía dudas. La sombra de este pez de los abismos había naufragado en un punto entre las estrellas de la constelación del verbo ahogar. Durante años, compartió agua y luz con un deseo reprimido llamado Arruga en la Falda. Su reino era pequeño, ojeroso y de huesos de cereza; pero cada noche imaginaban una cosa sexual saliendo de la tarta. En el acantilado de leche de loba, donde florecen la nomeolvides y el olvido, construyeron un balcón de piedra para conjugar cada noche su triste tonada: yo ahogo, tú ahogas, él ahoga, nosotros… Y llegaron guerras civiles y hambrunas con ojos de juez que dictaron sentencia: el verbo será reflexivo o no será. En ese instante se apagó el corazón eléctrico de la abisal tembladera. Su sombra escuchó una explosión en la lejanía de las trincheras cósmicas y rezó por la Arruga de su alma. Los olvidos y nomeolvides se marchitaron bajo el balcón vacío, mientras la leche de loba rompía y rompía contra los peñascos sin nadie que rompiese su silencio nupcial. Sólo un gorrión coronado de cirros y bocanadas de arsénico se asomó a la balaustrada una tarde, décadas, siglos después, cuando ya todo era fondo de mar, y a punto de sentir el precipicio pió: yo me ahogo.

Y con él todos nos ahogamos; y colorín colorado, este cuento se

(De Chatarra de niño muerto, 2008)

martes, 23 de febrero de 2010

norias muertas


mi padre conduce. no el coche actual sino el fiat antiguo. yo voy en los asientos de atrás como si aún no fuera lo suficientemente mayor. pero lo soy. vamos a entregar algo en un pueblo cercano, posiblemente unas fotos.

ya estoy casi dormida cuando entra en mi campo de visión una noria de feria rota en medio de un campo de tierra y arbustos. es increíble, siempre me han impresionado las norias, pero ver una así, fuera de uso y de contexto, resulta inquietante.

quiero que pare el coche, pero no me hace falta decir nada porque a los pocos metros aparece otra noria doblada por la mitad y con todos los asientos desencajados. al instante otra y después otra (...)

el paisaje es desolador; pero al mismo tiempo hermoso de una manera incalculable; al menos a mí no me caben los números en las manos. miro hacia atrás con los ojos muy abiertos para abarcar el bosque de hierros cruzados y círculos gigantes. ante la perplejidad, mi padre, que tiene respuesta para todo, rompe el silencio para determinar que debe tratarse de un cementerio de norias.

así es mi subconsciente: siempre tiene una metáfora brillante para lo que yo ni siquiera soy capaz de vislumbrar.

(Ruth Prado)

sábado, 20 de febrero de 2010

la misma vieja historia

 
Un adolescente aburrido
es, ciertamente, un paisaje
muy triste,
y aún más
sabiendo que hay mujeres
que duermen
con la boca abierta
y docenas de parejas
que hacen el amor
en chino, francés, árabe
o en el idioma
de los delfines.
Por eso hay tantas butacas
en los cines
y tantas camas en las casas.

Y es que la inteligencia
es érótica
y el arte perfecto
el orgasmo.

(Félix Francisco Casanova)

sábado, 13 de febrero de 2010

el último poema (16): la piel mágica


Existe algo de grande y de espantoso en el suicidio. Son muchas las personas que se caen sin peligro porque, como los niños, lo hacen desde demasiado bajo para lastimarse; pero, cuando un gran hombre se estrella, debe venir de muy alto, de cielos en donde quizá haya vislumbrado algún paraíso inaccesible. Implacables deben ser los huracanes que le fuerzan a demandar la paz del alma al cañón de una pistola. ¡Cuántos jóvenes talentos, confinados en una buhardilla, se marchitan y perecen por falta de un amigo, de una mujer que los consuele, en medio de millones de seres, en presencia de una multitud harta de oro, indiferente! Ante semejante idea, el suicidio adquiere proporciones gigantescas. Entre una muerte voluntaria y la fecunda esperanza cuya voz llamara a un joven a París, sólo Dios sabe cuántas ideas, poesías abandonadas, desesperaciones, gritos ahogados, tentativas inútiles y obras maestras abortadas chocan entre sí. Cada suicidio es un sublime poema de melancolía. ¿Dónde encontraréis, en el océano de las literaturas, un libro flotante que pueda luchar en genio con esta gacetilla: «Ayer, a las cuatro, una muchacha se arrojó al Sena desde lo alto del Puente de las Artes.»?

Ante tal laconismo parisino, todo palidece: dramas, novelas, incluso ese antiguo frontispicio: «Las lamentaciones del glorioso rey de Kaërnavan, encarcelado por sus hijos», último fragmento de un libro perdido, que hacía llorar a Sterne –el mismo que tenía abandonados a su mujer y sus hijos.

(Honoré de Balzac: La piel de zapa, 1831)

viernes, 5 de febrero de 2010

amor en el hospicio


Una extraña que anda mal de la cabeza ha venido
a compartir mi cuarto en esta casa,
una muchacha loca como los pájaros
traba la puerta de la noche con sus brazos, sus
plumas,
ceñida en la cama revuelta alucina con nubes
penetrantes.
Libre como los muertos
cabalga los océanos imaginarios del pabellón
de hombres.
Ha llegado posesa por los cielos.
Ella duerme en el canal estrecho,
desvaría a gusto
sobre las mesas del manicomio
adelgazadas por mis lágimas.
Y tomado por la luz de sus brazos, al fin,
mi Dios, al fin
puedo yo de verdad
soportar la primera visión que incendia las estrellas.

(Dylan Thomas)