domingo, 28 de junio de 2015

juan, cuéntame

JUAN, cuéntame, ¿qué tiene de apocalíptico
el cuerpo de una mujer
para que llegara a tu delirio
justo después del toque de la séptima trompeta?

Después de haber visto
la destrucción de la tierra
la guerra de los elementos
las más maravillosas catástrofes
las escenas que en cualquier hombre causarían la sublimidad del pánico
tú, hombre de fe,
viste una mujer coronada de estrellas.

Pero tus ojos
ciegos después de haber contemplado
sol luna mujer y monstruo en un mismo cielo
sólo supieron relatar tinieblas:
Una madre expropiada del producto de su vientre
desterrada en el desierto.

¿Para eso la hiciste descender de los cielos
para arrojarla a la más pérfida de las soledades?

De seguro
ella hubiera preferido
que alguna de las siete lenguas
del dragón de las siete cabezas
la hubiera alcanzado
para espolvorearse con libertad
como la ceniza
y andar de aquí para allá,
sola, en pedacitos
y no sufrir esa tremenda soledad
de cuerpo completo,
de vientre vaciado.

¿Sólo para eso el cuerpo de la mujer
para que descubra el milagro de la luz al varón?

Héroe insensible y egoísta
la salvas de la muerte
para entregarla a un letargo
a esa otra muerte de bebé probeta
de inseminación artificial.

Juan, cuéntame,
¿a eso te referías cuando hablabas de Apocalipsis?

(Miriam Reyes: Espejo negro.
DVD, Barcelona, 2001)

eventualmente paso días enteros sangrando

EVENTUALMENTE paso días enteros sangrando
(por negarme a ser madre).
El vientre vacío sangra
exagerado e implacable como una mujer enamorada.

Si los hijos no salieran nunca
del cuerpo de sus madres
juro que tendría uno ahora mismo,
para sentirlo crecer dentro de mí
hasta poseerme como en una sesión espiritista
o como si mi bebé y yo
fuéramos muñecas rusas
una llena de la otra
mamá llena de bebé.

También tendría un hijo
si ellos siempre fueran bebés
y pudiera sostenerlo en mis brazos por encima de la realidad
para que mi niño nunca pusiera los pies en la tierra.

Pero ellos llegan a ser
tan viejos como uno.

No alimentaré a nadie con mi cuerpo
para que viva este suicidio en cuotas que vivo yo.

Por eso sangro y tengo cólicos
y me aprieto este vientre vacío
y trago pastillas hasta dormirme y olvidar
que me desangro en mi negación.

(Miriam Reyes: Espejo negro.
DVD, Barcelona, 2001)

viernes, 5 de junio de 2015

caballitos

Que instalen caballitos
en todas las calles,
que llenen de caballitos las ciudades.
Siglos
llevamos con el invento de feria en feria
sin descubrir su humanísima aventura.
Que celebren los novios
su viaje en los caballitos,
de caballito en caballito.
Que cada familia tenga sus caballitos,
¡todos en los caballitos!
Que los amigos
hablen y sueñen y discutan
dando vueltas en los caballitos.
En ellos celebren sus consejos los ministros,
mientras queden ministros,
y en ellos se reúnan los señores obispos,
naturalmente, revestidos
de señores obispos,
mientras queden obispos.
Los pobres subirán para reírse del mundo
y los ricos
¡que suban los ricos a los caballitos
mientras todos los aplaudimos!
¡Y los señoritos!
¡Que suban los señoritos!
Y que acudan todos los solitarios, todos los vagabundos.
Y el congreso de los diputados
será el congreso de los caballitos.
Y los empresarios ¡qué risa, los empresarios!
Que suban los empresarios con los asalariados,
mientras existan salarios.
¡Los salarios del miedo!
Y, venga: comités centrales,
mafias, sectas, castas, clanes, etnias:
¡a los caballitos!
Y los músicos con los guardabosques
y el alcalde y los concejales
con las verduleras y los panaderos.
¡Viva! ¡Viva!,
gritarán los niños cuando vean
que suben los Honorables.
¡Venga, Honorables!:
¡A los caballitos!
Vamos a la ciudad a subir a los caballitos,
dirán los monjes a sus abades.
Y los académicos:
que se reúnan los académicos en los caballitos
y que se cierren todas las academias.
¡Ah, si todos los filósofos hubieran subido a los caballitos!
Que instalen caballitos en las cárceles,
en los cuarteles,
en los hospitales,
en los frenopáticos
y que se fuguen todos
montados en los caballitos.
Y todos los jueces a los caballitos,
¡venga! ¡venga!: ¡A los caballitos!
¡Y nada de procesos y de sentencias!
¡Ya vale de juzgar los efectos y no las causas!
¡A los caballitos!
Y que todos los funerales
se celebren montados en los caballitos
al paso silencioso y tranquilo de los caballitos.
Es la nueva ordenanza,
es el nuevo precepto:
¡todos a los caballitos!
¡La cabalgata de los caballitos!
¡Hacia la confederación de todos los caballitos!
Hasta que todos fuéramos niños…

(Jesús Lizano)