miércoles, 19 de enero de 2011

the morphine thief


La más inquietante de aquellas octavillas, de aquellos anuncios de la guerra, la recogió Wilson Reyes pocos días después en las inmediaciones del río Han. Representaba a un niño con una careta antigás subido a lomos de un rinoceronte. En Asia, le explicó el Flaco Bentley, el cuerno de rinoceronte es muy apreciado por sus hipotéticas propiedades medicinales. Los cazadores furtivos suelen cavar trampas gigantescas en el suelo y solo aprovechan de esas moles, que llegan a pesar varias toneladas, su cuerno, del que a veces sacan más de cinco mil dólares porque los cara de perro –así llamaban ahora a los chinos– creen que el polvo de cuerno de rinoceronte es afrodisíaco y que cura la fiebre y las convulsiones, porque ni Mao ni el propio Satanás podrían acabar con la superstición china. Lo que ninguno de los dos terminaba de entender era el significado de la cabalgata triunfal del niño a lomos de aquella bestia, y la procesión de soldados y de campesinos que alzaban sus brazos hacia el jinete y sonreían, victoriosos todos, mientras uno de ellos pisoteaba una bandera americana. Casi se podía escuchar la música de la victoria, los cantos triunfales de aquella procesión, sus vítores y sus consignas, y por ese motivo, Reyes sentenció –su labio inferior colgando– que aquel pasquín era una maldita obra maestra. Y el Flaco pensó que tenía toda la razón: la octavilla transmitía al mismo tiempo euforia e inquietud, entusiasmo para los propios y angustia para los rivales, justo lo que se espera de la verdadera propaganda ideológica, ese viperino poder de persuasión. Por supuesto, ni Reyes ni él sabían leer el texto, colocado entre grandes exclamaciones bajo el rinoceronte, pero el dibujo les bastaba para comprender que los enemigos se habían vuelto definitivamente locos. Tal vez sea, dijo Wilson Reyes, el arma definitiva de los comunistas. Pero en ese momento, el Flaco no entendió si Reyes se refería al niño, al rinoceronte o a la locura.

(Mario Cuenca Sandoval: El ladrón de morfina.
451 Editores, Madrid, 2010
)

No hay comentarios: