miércoles, 9 de febrero de 2011

experimento


Antes de la película
en la que los actores hicieron lo que pudieron
para conmoverme, e incluso hacerme reír,
proyectaron un curioso experimento
con una cabeza.

La cabeza
momentos antes aún pertenecía a...
ahora estaba cortada,
todos pudieron ver que no había tronco.
Por la nuca colgaban las tuberías del aparato
gracias al cual la sangre circulaba todavía.
La cabeza
se encontraba bien.

Sin síntomas de dolor, siquiera sorpresa,
seguía con la mirada el movimiento de una linterna.
Movía las orejas cuando sonaba un timbre.
Con su nariz húmeda sabía distinguir
el olor a tocino de la insípida inexistencia
y lamiéndose con evidente placer
segregaba saliva en honor de la fisiología.

Leal cabeza de perro,
fiel cabeza de perro,
cuando era acariciada, entornaba los ojos
con la confianza de que todavía era parte de un todo
que comba el lomo bajo un gesto de cariño
y menea el rabo.

Pensé en la felicidad y sentí miedo.
Porque, si la vida sólo se trataba de eso,
la cabeza
era feliz.

(Wisława Szymborska: El gran número.
Hiperión, Madrid, 2010)

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