domingo, 26 de mayo de 2013

ítaca

Cuando emprendas tu viaje a Ítaca
desea que el camino sea largo,
lleno de aventuras y experiencias.
No temas a los lestrigones, a los cíclopes
ni al terrible Poseidón;
no hallarás tales seres en tu ruta
si alto es tu pensamiento y limpia
la emoción de tu espíritu y tu cuerpo.
A lestrigones y a cíclopes,
ni al fiero Poseidón encontrarás nunca,
si no los llevas ya dentro de tu alma,
si no es tu alma quien ante ti los pone.

Pide que tu camino sea largo.
Que sean muchas las mañanas de verano
en que con placer, felizmente,
entres en puertos nunca vistos.
Detente en los mercados fenicios
y hazte con hermosas mercancías:
madreperlas y corales, ébanos y ámbares,
perfumes deliciosos y diversos,
todos los sensuales perfumes que puedas.
Y visita muchas ciudades de Egipto
y aprende, aprende de los sabios.

Ten siempre a Ítaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Pero no tengas prisa en tu viaje.
Es mejor que dure muchos años
y atracar un día, viejo ya, en la isla,
rico por todas las ganancias del camino
sin esperar que Ítaca te enriquezca.

Ítaca te regaló un hermoso viaje.
Sin ella no te habrías puesto en marcha.
Pero no tiene ya más que ofrecerte.

Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado.
Convertido en un sabio, con tanta experiencia,
habrás comprendido, al fin, qué significan las Ítacas.

(C. P. Cavafis)

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