
Agujeros morados
llenan de pozos rosas el campo interminable.
Bajo la luz de Marte, bajo la luz de Sirio,
ella moja sus piernas en la lluvia caída
mientras los blancos arcos se alejan como ovejas
en un claustro infinito que se apaga y se enciende.
La soledad del cielo se comprende en la cruz.
Palabras de cristal forman castillos
sobre el dorado libro de páginas quemadas.
Debajo de la frente aparecen los ojos.
(Juan-Eduardo Cirlot)