sábado, 19 de mayo de 2012

autorretrato

Soy una mano. La mano es un instrumento. Soy, por lo tanto, un instrumento. Un instrumento para exteriorizar y captar las emociones (no soy, pues, un instrumento de trabajo). En la palma de mi alma están incisas las líneas de la vida. de vez en cuando me sitúo delante de un espejo y leo esas líneas. Hace tiempo que esta actividad perdió para mi el componente narcisista ansioso. Soy una víctima del tactilismo. Tengo demasiadas zonas erógenas para un solo cuerpo. Nunca trabajo, y sin embargo, mis dedos se mueven continuamente, incluso cuando duermo. Se contraen, se abren, se entrecruzan y en ocasiones cambian de lugar. De cuando en cuando se esfuerzan por decir algo a los sordomudos que les circundan. Lo más a menudo en vano. Nadie quiere comprender el lenguaje de los signos, el lenguaje no verbal, que sin embargo es el único lenguaje capaz de expresar la polisemia de las cosas y los hechos, pues brota de las fuentes inextinguibles de la imaginación. Para nuestra civilización es una lengua de incivilizados, de psicópatas e inválidos, ya que no se puede sacar partido económico de ella.

Soy una mano con seis dedos palmeados. En lugar de uñas tengo pequeñas lenguas puntiagudas y glotonas con las que lamo el mundo.

(Jan Švankmajer: Para ver, cierra los ojos.
Pepitas de calabaza ed.,  2012)

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